- La inflación para este año podría ser un hueso duro de roer a pesar de las fuertes medidas de la Reserva Federal para bajarla.
- Un prolongado período de altas tasas de interés al que se suma el gasto gubernamental llevaría la economía directo a la estanflación.
- De acuerdo al sondeo del BofA, el optimismo es casi inexistente entre los principales dirigentes de fondos de inversión.
Las condiciones macroeconómicas en Estados Unidos se presentan como un espectro diabólico frente a los grandes inversores de la bolsa. Según una reciente encuesta del BofA, 9 de cada 10 administradores de fondos estarían casi seguros de que habrá un período de estanflación. Con esto se refieren a un tiempo prolongado de alta inflación (como el actual) y un estancamiento en el crecimiento de la economía.
Pero no se trataría de un período de estanflación cualquiera, sino uno similar en magnitud al experimentado en la década de 1970. Varias son las razones de esto y una de ellas es el excesivo gasto gubernamental desde el inicio de la pandemia. Se trata de una época inédita en muchos sentidos y en la que todos los factores se juntaron para que las cosas salieran mal para los mercados y los hogares. La guinda del pastel para este escenario fue la guerra en Ucrania.
Con esto en perspectiva, el 92% de los inversores consideran que el mal momento se extenderá a partir de este 2023. Al mismo tiempo, un 0% considera que no habrá un momento Goldilocks, es decir, uno en que la economía no entre en recesión y los precios al consumidor son controlados. Así, el optimismo en Wall Street se encuentra en piso, mientras las autoridades del banco central confirman que en 2023 no habrá recortes de tasas de interés.
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¿Cuánto durará un posible período de estanflación?
Prácticamente, todos los expertos en capital de Wall Street esperan un período de estanflación, aunque son pocos los que se atreven a dar fechas. En otras palabras, no existe consenso acerca de cuánto durará esa posible alteración del curso normal de la economía. Asimismo, no existe una medición general que determine la severidad de esa condición.
Lo cierto de todo esto, es que la Fed mantendrá las tasas de interés altas durante todo el 2023 y algunos temen incrementos adicionales. Se espera que los tipos queden en 5,1%, pero se trata de un tope que dependería de las cifras macroeconómicas que surjan en el camino. Si el mercado laboral se mantiene férreo, es probable que la inflación siga obstinadamente alta, temen los inversores consultados. Eso último implica que el banco central será más agresivo.
Si la Fed mantienen las tasas altas, pero no lo suficiente, podría afectar el crecimiento económico, pero eso no bastaría para doblegar la inflación. El problema con esto, es que no existen abundantes antecedentes para tener una idea acerca de cuándo son muy altas o muy bajas las tasas de interés a la hora de contener la inflación o evitar la recesión. Derrotar los dos monstruos simultáneamente es una tarea casi de adivinanza para las autoridades financieras estadounidenses.
En todo caso, cualquier falla en uno u otro sentido traerá consecuencias negativas. Aunque la Fed asegura que “hará lo que sea necesario” para derrotar los precios altos, cada vez es más cercano un escenario extremo al estilo Paul Volcker. Se trata del presidente de la Fed de hace 40 años, quien llevó las tasas al 20% para frenar una despiadada inflación aproximada al 14%. Dos recesiones fueron la consecuencia de esa agresividad.
Al otro extremo, no ser lo suficientemente decidido como Volcker podría significar que la inflación y las altas tasas llevarían a un período de estanflación. Como se dijo al principio, una situación estanflacionaria se trata de la coincidencia de los altos precios con el estancamiento del crecimiento.
Un año de alta volatilidad para el mercado de valores
Toda esta carga de incertidumbre convertiría a 2023 en un año de fuerte volatilidad para el mercado de acciones. Esa es la sensación de la gran mayoría de los inversores consultados por el BofA en la mencionada encuesta. Entre otros resultados destacados de la misma se cuenta que el 77% de los consultados cree que habrá una recesión global.
En todos los países del mundo, los bancos centrales están apretando sus políticas monetarias. Esto lleva a pensar que los altos funcionarios de esas instituciones están en una encrucijada similar a la estadounidense. A esto se suma el pozo sin fondo que significa la guerra en Ucrania. Miles de millones de dólares en fondos nacionales y en armamento son enviados al país eslavo para sostener un conflicto que desangra la economía mundial.
Hasta ahora, el teatro de guerra luce empantanado desde hace varias semanas y los rusos parecen jugar al ajedrez geopolítico a sabiendas del desangramiento económico de sus rivales. De cualquier manera, las consecuencias del conflicto en Europa del Este se sienten nítidas en los países occidentales y en otras naciones indirectamente afectadas. Está por verse cuál será el impacto de la reconstrucción de Ucrania en caso de que se alcance un acuerdo de paz entre Kiev y Moscú este año.
Otra de las consecuencias directas de ese conflicto, son los precios de la energía debido a la alteración del mercado petrolero. Además, mientras la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+) mantengan una política intratable de mantener el costo del crudo alto, los problemas estarían garantizados. Este tablero explica de manera clara las razones de los inversores para pronosticar un doloroso período de estanflación.
La fortaleza de la inflación
Existen dos factores claros que llevaron los precios al consumidor hasta los límites más altos de los últimos 40 años. El primero de ellos es el impulso económico de la flexibilización luego de largos meses de confinamiento forzado. El hecho de que millones de personas estuvieron encerrados en sus hogares mientras las farmacéuticas fabricaban una vacuna confiable, fue la causante de que la economía se fuera al piso. Solamente los estímulos evitaron la catástrofe.
Una vez se levantó el confinamiento y la campaña de vacunación se realizó en tiempo récord, esa masa humana se incorporó a la economía. Se trata de un empujón que puso a los consumidores a gastar, no solo sus ingresos, sino también sus ahorros acumulados durante la pandemia. Ese tsunami de gasto calentó la economía de tal manera que la inflación subió con una fuerza para la cual no estaba preparada la Fed.
El recalentamiento del crecimiento económico fue todavía más grande gracias al gasto gubernamental. En consecuencia, desde que iniciara la pandemia, a principios de 2020, el gobierno estadounidense aprobó unos $6 billones de dólares para gastos relacionados con ese período. De ese monto se desprenden $4 billones bajo la administración de Donald Trump y $2 billones con Joe Biden. Estos datos corresponden al Comité de Presupuesto Federal Responsable.
Aparte de esto, en 2021 se aprobó un paquete de $1,2 billones para el denominado plan de infraestructura. Paralelamente, bajo la iniciativa del partido Demócrata, se aprobaron $400 mil millones de dólares para cubrir atención médica y lucha contra la contaminación ambiental. El Congreso también aprobó el proyecto de ley de presupuesto general consistente en $1,7 billones en diciembre.
Esa cantidad de dinero generó un crecimiento cuyas bases eran el dinero fácil, lo que implica que un cambio de política haría retroceder la economía. De tal manera, las puertas hacia un período de estanflación se abrieron a pesar de que la Fed aplicó fuertes medidas desde el primer tramo de 2022.
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Las subidas de tipos de la Reserva Federal
El banco central ha sido blanco de críticas desde todos flancos debido a su manera de enfrentar la actual crisis. Por ejemplo, la lapidaria afirmación de poseer dinero infinito al principio de la pandemia fue un preámbulo de cómo podría llegar un agudo período de inflación. Al momento de lanzar dinero ilimitado a la economía, la Fed sabía perfectamente lo que eso podría significar.
Cuando los precios iniciaron la escalada, las autoridades del banco central se encogieron de hombros y calificaron la inflación como “un fenómeno transitorio”. A finales de 2021, los representantes de esa institución cayeron en cuenta de que la inflación era un problema que había que combatir. A partir de marzo, la Fed aplicó medidas fuertes para frenar el ascenso del IPC, que alcanzó su pico a mediados de año.
En 2022, se aplicaron 7 subidas de tipos de manera consecutiva. Con ello, los fondos federales llegaron al mayor límite desde 2007. Sin embargo, eso no ha sido suficiente, lo que lleva a los funcionarios, desde Jerome Powell hacia abajo, a tomar posturas más amenazantes. Los críticos están convencidos de que las autoridades financieras actuaron cuando ya el mal estaba hecho.
De cualquier modo, para la Fed no hay opciones aparte de ser más agresiva. En la última reunión del FOMC, los funcionarios alertaron sobre lo inconveniente que podría ser dar marcha atrás. Este panorama apunta hacia un período de estanflación, o al menos eso piensan los grandes inversores encuestados por el BofA.