La agresiva política monetaria aplicada por la Reserva Federal (Fed) de los Estados Unidos, el Banco Central Europeo (BCE) y los demás institutos emisores del mundo, no han logrado todavía su objetivo de liquidar los altos niveles de inflación que experimentan las economías a nivel global.
Hasta hace poco tiempo, pensar en tener tasas de inflación anual superiores a 10% era una verdadera locura. La gigantesca expansión monetaria desatada por los estímulos pandémicos para evitar una recesión durante los encierros, provocaron el mal que estamos padeciendo actualmente.
El objetivo de inflación aún está lejos
En la eurozona la tasa de inflación anualizada cayó en noviembre de 10,6% a 10% generando algo de optimismo en las autoridades monetarias. Igual en Estados Unidos, a medida que la inflación muestra signos de desaceleración se espera que la Fed comience a disminuir el ritmo del alza de los tipos de interés.
Es probable que a mediados de mes el banco central estadounidense y el BCE, al igual que el Banco de Inglaterra, aumenten sus respectivas tasas de referencia en medio punto (0,50%). Esto marcaría el inicio de una disminución del ritmo de aumentos de este año que se ha ubicado en 0,75 puntos porcentuales.
Tres razones para no ser tan optimistas
Es cierto que la inflación está cayendo a nivel mundial como consecuencia de la caída de los precios del petróleo y el gas durante el verano y por la normalización de las cadenas de suministros que estuvieron durante mucho tiempo atascadas.
Pero el objetivo de los bancos centrales de llevar los niveles de inflación al 2%, está todavía muy lejos de cumplirse. Los analistas observan al menos tres razones para pensar que en 2023 continuarán pesando las dificultades para alcanzar tales objetivos.
Escasez de trabajadores
Uno de ellos es la escasez de mano de obra que sigue presionando a la economía de los EE.UU desde la pandemia. Aunque el tema de los precios ha mejorado, los recientes datos sobre el nivel de los salarios siguen siendo preocupantes.
A pesar de que las ganancias promedio por hora se han moderado desde agosto, los últimos datos de principios de diciembre muestran que se mantienen todavía muy altas. Las encuestas muestran que en los últimos tres meses el aumento anualizado de los salarios fue del 5,1%.
Tras la publicación de estos datos, inmediatamente los mercados bursátiles estadounidenses reaccionaron negativamente. Los inversores temen que la Fed mantenga en el mismo nivel de 0,75 % el ritmo de aumentos de las tasas de interés un tiempo más.
En Europa no hay tanta presión de los mercados laborales, pero al sector político le preocupa que la inflación causada por los altos precios de la energía afecte al resto de la economía y eleve aún más el alto costo de la vida. Los trabajadores se verían forzados a negociar mejores salarios para compensar la caída del poder adquisitivo.
Una situación similar se está viviendo en el Reino Unido donde los trabajadores están exigiendo mejores salarios mediante una serie de huelgas. Para calmar la agitación laboral los patronos y el gobierno tendrán que elevar necesariamente los salarios.
Política fiscal deficitaria
El otro problema a la vista es la política fiscal. La Ley de Reducción de la Inflación de EE.UU podría ser efectiva si el gobierno de Biden disminuyera el déficit fiscal de la administración. Pero en lugar de eso ha dispuesto perdonar los préstamos estudiantiles.
Lo mismo ocurre en la zona euro y en otras regiones del mundo que no están ayudando mucho a sus bancos centrales a enfriar los mercados laborales. Los subsidios a la energía ayudan a las familias a disminuir su gasto y contribuyen a bajar la alta inflación, pero le restan capacidad a la economía.
Para financiar los subsidios, el déficit los gobiernos acudirán a los impuestos. Se estima que en la Unión Europea el coste neto de los impuestos recaudados con este fin alcanzará cerca del 2 % del PIB. En Gran Bretaña es igual, los recortes al gasto público no comenzarán hasta 2025, debido al tope de precios de la energía impuesto.
Alrededor de dos tercios del gasto de energía de la eurozona está regulado por precios estandarizados. Esto no solo es costoso sino que desalienta el ahorro de energía de los consumidores. Apenas una quinta parte está dirigida a los sectores más necesitados, tal como ha recomendado el FMI y otras organizaciones.
Inflación persistente
El tercero y más preocupante problema, es que todavía el próximo año la inflación se mantenga elevada y el costo del dinero también. Este año Europa se ha beneficiado de los precios relativamente estables de la energía debido a los obstáculos generados por la política de cero covid de China, que han limitado su demanda de energía.
La competencia por el gas licuado (GNL) entonces ha sido más débil estabilizando los precios. Pero China está relajando sus estrictas normas sanitarias y los motores de su economía pronto podrían estar al 100% de nuevo.
De ser así, la economía china demandará más energía y los precios volverán a aumentar en 2023. El conflicto en Ucrania todavía permanece encendido, presionando también los precios de la energía y los alimentos.
Los bancos centrales tienen un desafío mayúsculo el próximo año. Si las tasas de interés continúan elevándose, la recesión mundial será casi segura. El mundo pagará un precio muy alto para domar la inflación. En lugar de altos precios habrá más hambre y desempleo y tal vez aparezca algún cisne negro inesperado