La región del mundo que entró de último a la pandemia de coronavirus fue Latinoamérica. Sin embargo, ahora es la zona del planeta más afectada por el covid-19 al haber superado recientemente los 10 millones de casos confirmados.
En América Latina viven 655 millones de habitantes, lo que representa solo el 9% de la población mundial. Pero la cantidad de muertes por coronavirus asciende a 370,000, un poco más de un tercio de los decesos a nivel global.
Estas devastadoras cifras convierten a esta región del mundo en la más azotada por la pandemia que se originó en la ciudad china de Wuhan. Latinoamérica es ahora considerada el foco de la peor crisis sanitaria que ha azotado a la humanidad en el último siglo.
A pesar de que la atención está concentrada en los países del hemisferio norte de América y Europa, donde se registra una nueva oleada de infecciones, el virus ha causado más daño en Latinoamérica que en ninguna otra zona del mundo.
El sufrimiento de la región amenaza con extenderse
Es cierto que en los países más golpeados por la pandemia en la región: Brasil, México y Perú la tendencia de contagios y muertes ha descendido. Pero no ocurre lo mismo en otros países como Colombia y Venezuela donde el virus sigue avanzando.
En este último país la situación es peor. A pesar de que el régimen autocrático de Nicolás Maduro ha mantenido mucha opacidad en torno a los contagios, al igual que en Cuba. Los expertos creen que el número de personas infectadas en Venezuela es mayor.
La caída de los ingresos petroleros por la destrucción de la estatal petrolera PDVSA, la desinversión en salud, la falta de servicios médicos adecuados y la creciente pobreza, hacen pensar que la situación en ese país es peor de lo que revelan las estadísticas oficiales.
De modo que hasta que no se aplique un plan masivo de vacunación en Latinoamérica – cuando las diferentes vacunas estén listas para su empleo – se espera que el virus todavía cause más sufrimiento y destrucción económica.
La tormenta perfecta
Los daños históricos provocados por el coronavirus en la región no se limitan a lo económico – productivo. Se extienden también al campo social, tal como lo señaló la semana pasada la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, al presentar el último informe del organismo dependiente de las Naciones Unidas.
El informe acentúa su diagnóstico relacionado con el crecimiento de la pobreza, donde el retroceso es a niveles del 2005. En tanto que la miseria supone una involución estimada en unos 30 años. Después de ciertos avances gracias al monumental gasto público en algunos países ricos en minerales y el progreso industrial en otros, hay un nuevo y peligroso atraso.
De estas cifras alarmantes se desprende que 231 millones de latinoamericanos (45 millones agregados este año) no tendrán en 2020 los ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. 96 millones de los cuales (28 millones más que hace un año), tampoco podrán suplir sus necesidades vitales de alimento y vivienda.
El covid-19 y la falta de preparación de los países de la región para afrontar esta crisis sanitaria considerada la peor desde hace un siglo, ha borrado en menos de seis meses décadas de progreso.
“Viene otra tormenta perfecta en la cual la turbulencia económica y social se va a conjugar con la turbulencia política, algo que sin duda influirá en las preferencias de los ciudadanos”, señala Moisés Naím.
El analista venezolano teme que la pandemia refuerce el populismo que tanto daño ha hecho a América Latina y se convierta en “una época de oro para los charlatanes”.
Caída de precios de las exportaciones y reacciones tardías
Mientras se mantuvo el ciclo de precios altos para los bienes primarios durante un poco más de una década países como Venezuela y Argentina vivieron un espejismo de prosperidad. Pero ese ciclo terminó en 2014 y el despilfarro, la corrupción y la falta de políticas económicas consistentes pasaron factura.
El hundimiento de los precios del petróleo, el gas, el cobre y los productos agrícolas, provocaron dramáticas caídas de los ingresos nacionales. La mayoría de los gobiernos sufren debilidades fiscales estructurales que han incidido negativamente en la actual crisis del covid-19.
Además, pese a que en mundo entero y particularmente en Europa se vio el colapso que estaba provocando la primera ola de coronavirus, la reacción de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos fue tardía. Fue como si no se hubieran tomado en serio lo crítico de la pandemia.
Desestimar los efectos del virus como lo hicieron los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador de México, fue considerado poco menos que irresponsable. No en vano Brasil, México y Perú han sido los países que mayores daños han sufrido como consecuencia del virus.
Sus gobiernos no reaccionaron a tiempo dotando a los centros hospitalarios y al personal médico de los equipos y suministros necesarios. Menos aún se cuidó a la gente implementando medidas adecuadas de protección. E incluso fueron poco previsivos para mitigar los efectos colaterales de la crisis pandémica.
El virus mata más a los pobres
Un estudio del Banco Mundial denominado ‘El costo de mantenerse sanos’, analizó el impacto del covid-19 en la región. Según la investigación los primeros efectos del virus se registraron en las zonas más ricas de las principales ciudades latinoamericanas. La llegada de viajeros procedentes de Europa propagó la pandemia rápidamente.
Pero al poco tiempo, el número de personas contagiadas aumentó en los sectores más pobres. Estas personas que viven hacinadas en viviendas insalubres, sin agua potable y servicios públicos deficientes, no cuentan con los ingresos necesarios para cubrir los costosos tratamientos anticovid-19.
Los pobres en Latinoamérica dependen de las instituciones de salud pública para tratarse el virus. Allí escasean los médicos y el personal paramédico, el instrumental necesario y los medicamentos retrovirales indispensables para atacar el virus.
Entonces, inmediatamente las desigualdades una vez más se pusieron de manifiesto en las estadísticas de decesos. En Santiago de Chile, por ejemplo, el coronavirus mato cuatro veces más a pacientes de comunidades pobres que a los enfermos de sectores ricos.
Algo similar ha ocurrido en Venezuela donde un tratamiento anticovid-19 en una clínica privada puede costar entre 10,000 y 30,000 euros, dependiendo de la cantidad de tiempo que el paciente pase en cuidados intensivos.
Covid-19, más desempleo, más pobreza
Como si ya el covid-19 no fuera lo suficientemente letal, a la crisis sanitaria se unió el desempleo. Según la Cepal la cantidad de desempleados en América Latina aumentará este año a 44 millones. En dos tercios de los hogares de la región, los ingresos cayeron estrepitosamente, según datos del banco Mundial.
Quiere decir que el deterioro en el nivel de vida de la población desempleada y más pobre es mayor a los que evidencia el mercado de trabajo. Los países latinoamericanos han sobrellevado la crisis porque no todos los productos básicos cayeron.
Aunque aquellos que dependen ampliamente del petróleo, el carbón y el turismo como es el caso de México, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, han sido muy golpeados. Por suerte, no todo los productos básicos cayeron. El café, el azúcar, la soja, entre otros productos agrícolas se han recuperado o mantenido su precio.
Remesas y programas sociales han mitigado el impacto
La población más vulnerable depende de las remesas que sus familiares migrantes envían desde Estados Unidos, Europa y algunos países latinoamericanos. De no ser por las remesas y el ingenio popular para obtener algunos ingresos mediante pequeños emprendimientos artesanales, la población pobre estaría en peores condiciones.
En Venezuela se estima que por concepto de remesas a ese país ingresaron entre 3500 y 4000 millones de dólares el año pasado, según cifras de la consultora Ecoanalítica. Aunque se presentó un bache entre abril y mayo, progresivamente el envío de remesas se ha recuperado a medida que los migrantes venezolanos han vuelto a sus trabajos.
Otro país con un importante ingreso por remesas es Colombia que finalizó 2019 con ingresos superiores a los 6.733 millones de dólares. Durante los primeros cuatro meses de este año, el país recibió 2.081,6 millones de dólares.
Tampoco se produjo una salida de capitales significativa, excepto en Argentina pero ya por otras razones de carácter financiero y de política económica. Algunos bancos centrales adicionalmente han implementado políticas más flexibles respecto al crédito. El apoyo de organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial han sido cruciales.
Los pobres por esta vía han obtenido ingresos adicionales. Programas sociales como el ‘ingreso solidario’ que se viene aplicando en Colombia han servido para mitigar la crisis en parte y evitar un drama social mayor.
Se esfumaron las esperanzas de recuperación rápida
Las proyecciones del Banco Mundial que sitúan la caída del PIB de la región en 7,9% o las de la Cepal que son aún más pesimistas y la ubican en 9,1%, muestran que la tormenta está en pleno desarrollo.
Aunque el Fondo Monetario Internacional acaba de mejorar su previsión económica para América latina. En su informe Perspectivas de la Economía Mundial (WEO) de octubre, el organismo anticipa una contracción económica de 8,1% y una expansión del 3,6% para 2021 en la región. En su anterior actualización había proyectado una caída de 9,2%.
Sin embargo, las esperanzas de una recuperación rápida se han venido al suelo en casi todo el mundo. Igual ocurre en América Latina donde los contagios y los gobiernos pensando en cómo convivir con el virus mientras las vacunas contra el coronavirus pasan el período de prueba.
Las cuarentenas se mantienen un poco más flexibles, aunque no permiten una reactivación plena. Tampoco el consumo ha crecido lo suficiente como para animar una mayor inversión privada, de modo que no hay una visión clara en el horizonte.
Pronósticos más optimistas indican que después de la primera mitad de 2021 retornará el crecimiento y las economías más sólidas despegarán. Se proyecta un crecimiento cercano al 4%, pero estará por debajo de la zona euro y otras economías emergentes.
El FMI ha condicionado el crecimiento económico de 3,7% en la región latinoamericana al cumplimiento de varias premisas. La contención de una segunda oleada de coronavirus, la adopción de políticas atractivas por parte de los bancos centrales para motivar la inversión extranjera y el aumento de los precios del barril de crudo.
Elecciones en medio de la crisis
Mientras tanto, países como Bolivia se preparan para consultar este domingo a sus ciudadanos sobre el rumbo del país. La izquierda representada por Luis Arce, el candidato del expresidente Evo Morales, o los sectores de centro derecha con el también expresidente Carlos Mesa a la cabeza, quien ganaría en segunda vuelta según los sondeos.
También hay mucha expectativa en torno a la realización de un plebiscito constitucional en Chile donde los sectores de izquierda radical han venido acosando al presidente Sebastián Piñeira con masivas protestas violentas.
Igualmente en Venezuela donde el régimen procastrista de Nicolás Maduro prepara para el 6 de diciembre unas elecciones legislativas que han sido calificadas por la Unión Europea como fraudulentas. Los opositores fueron despojados de la representación política de sus respectivos partidos y se nombró un árbitro electoral a la medida del gobierno.
Maduro espera que la Nueva Asamblea Nacional bajo su control aplique la recién aprobada “Ley Antibloqueo”, en alusión a las medidas aplicadas por Estados Unidos contra miembros del gobierno y sus negocios minero extractivos.
Este polémico instrumento legal redactado por el gobierno –según lo admitió el propio Maduro-, fue aprobado por Asamblea Nacional Constituyente integrada solo por partidarios del régimen.
En opinión de calificados juristas venezolanos como Allan Brewer Carías la “Ley Antibloqueo significaría la entrega de los activos públicos del país a capitales nacionales y extranjeros en secreto. Las empresas estatales destruidas durante dos décadas de gobierno chavista serían entregadas a capitales privados nacionales y extranjeros sin licitación transparente.
La reacción de la clase media latinoamericana
Cómo reaccionarán políticamente las clases medidas latinoamericanas en esta etapa de crisis y después de la pandemia, aún está por verse. El próximo año habrá elecciones en Chile, Perú, Ecuador, Nicaragua y le seguirán Colombia y Brasil en 2022.
La forma como los gobiernos hayan maneja la crisis sanitaria y la recuperación económica, será clave en los resultados de estos comicios presidenciales. Según Moisés Naim ahora la diferencia estriba en cómo se va a distribuir “la carga del ajuste que históricamente había recaído en los más pobres”.
Según estimaciones de la Cepal unos 37 millones de personas que pertenecían a la clase media se convertirán en pobres este año. Naím sostiene que se trata de un sector de la población con mayores niveles de educación, mejor informadas, pero también “más enfurecida y más dispuesta a defender sus conquistas”.
El discurso populista que por décadas ha permeado y manipulado el voto de los pobres latinoamericanos no será fácil de capturar en estas circunstancias. Al menos para las clases medias empobrecidas que quieren algo más que promesas de redención, bonos sin trabajar y bolsas de comida.
Los desafíos para la democracia
Pero con tanta hambre campeando y políticos autoritarios que se aprovechan de las crisis, es posible que lo primero que esté en riesgo sea la democracia, como ya se vio en Venezuela. En apenas dos décadas pasó de ser uno de los países más ricos a uno de los más pobres del continente. A pesar de los inmensos recursos minerales y naturales que posee.
Para evitar que la situación empeore es indispensable que los gobiernos apunten sus políticas a la creación de empleos productivos. Pero también hacia el desarrollo de infraestructura de servicios de calidad y al estímulo de un crecimiento inclusivo y sostenible.
Si no hay un manejo acertado de la crisis del coronavirus, en los próximos meses y años habrá “nuevas oleadas de agitación social”, como afirma el Banco Mundial.
Es probable que algunas naciones sientan la tentación de regresar a las desastrosas políticas populistas de la región. Y tal vez sea este el “el costo más grande que deje la pandemia”, concluye el organismo de crédito internacional.