- El gobierno estadounidense actual está desplegando plan de política exterior muy similar al del gobierno de Donald Trump: las prioridades estratégicas siguen siendo las mismas y están centradas en China, Oriente Medio y el despliegue militar sectorizado.
- Los analistas dicen que, en campaña, Biden había propuesto cosas muy diferentes, pero que las ideas de los electores en Estados Unidos y la influencia de las corporaciones, dejan a los mandatarios estadounidenses con muy pocas alternativas.
- Ben Rhodes, el asesor de seguridad nacional del ex presidente Barack Obama, denominaba a este grupo con tono burlesco con el apodo de “The Blob” (la mancha).
Ya transcurridos casi dos años desde que Joe Biden ha asumido la presidencia de EE.UU, ex funcionarios y expertos señalan que los planes de la gestión del demócrata sobre las prioridades estratégicas asombran debido a que se asemejan a las medidas del gobierno anterior, el del republicano Donald Trump.
Cuando estuvo en campaña, Biden había prometido terminar con las decisiones tomadas por el republicano y lo cumplió, pero sólo en ciertos aspectos de la política exterior.
Por ejemplo, reparó alianzas, especialmente con el occidente de Europa, las cuales Trump había debilitado con sus dichos sobre la preeminencia de Estados Unidos y sus críticas a otros países.
También, aunque sólo en los últimos meses, Biden hizo un esfuerzo por posicionarse en una coalición que aplica sanciones a Rusia por la invasión a Ucrania.
Además, el demócrata habla a viva voz sobre lo mal que hacen las autocracias, se dedica a promover lo importante que es la democracia y hace llamados a la cooperación global para asuntos como el cambio climático y la pandemia de covid-19.
Todo esto del lado de las diferencias respecto del gobierno de Donald Trump.
Pero mirando un panorama más amplio, el resultado del análisis es distinto. Muy distinto.
Política exterior: Washington no quiere problemas con Arabia Sautita
Si se mira con más atención, el gobierno demócrata no hizo grandes modificaciones en la política exterior de los Estados Unidos, demostrando lo complicado que es para cualquier gobierno escoger nuevos rumbos en este sentido.
Algo de esto se ha puesto de manifiesto estas semanas durante la gira de Biden por Arabia Saudita e Israel, que tuvo como objetivo estrechar todavía más los lazos con ambos países. Si se observa bien, es solo la continuación de algo que Trump ya había comenzado en los que se denominan Acuerdos de Abraham.
En Arabia Saudita, el presidente de Estados Unidos se ha reunido con el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, pese a su promesa de marginar a ese país debido a las reiteradas violaciones a los DD.HH, particularmente por el asesinato de un periodista de The Washington Post hace unos años.
Las agencias de inteligencia de Estados Unidos han concluido que el príncipe fue el encargado de ordenar el asesinato, pero a Biden y al resto de la Casa Blanca poco lo importó.
Washington continúa apoyando al ejército arábico en el conflicto bélico de Yemen, pese a que una de las promesas de Biden era terminar con ese respaldo por los ataques aéreos de Arabia Saudita que asesinaron a civiles.
Elogios de funcionarios de Trump
Algunos ex funcionarios republicanos y otros expertos han elogiado la coherencia, argumentando que, pese a los defectos que pudo tener el Gobierno de Donald Trump, que en ese momento tenía el título de comandante en jefe, se había acertado en la valoración de la importancia del tema para los intereses de EE.UU.
Otros, con menor optimismo, indican que las políticas del actual presidente demócrata agravaron las inconsistencias en la política exterior y se que se ha desviado de los principios que declaró en un principio el actual mandatario.
Un ejemplo es que hay legisladores de su propio partido que criticaron su reunión con Salmán y la cooperación con el ejército saudí, y que funcionarios de gobierno se hayan pronunciado a favor de una tregua para terminar con la guerra en Yemen, mediada por la ONU.
Un ejemplo es Emma Ashford, una investigadora del think tank estadounidense centrado en los asuntos internacionales, Atlantic Council, quien señaló en una reciente conferencia en Washington que con el paso de los meses, Biden no cumplió con varias de sus promesas de campaña y mantuvo el status quo en Asia y Medio Oriente.
Ambos gobiernos, el republicano de Trump y el demócrata de Biden, tuvieron que enfrentar el asunto sobre cómo mantener el dominio mundial de EE.UU que por ciertos momentos parece encontrarse en declive.
Nuevos y viejos focos de conflicto en la política exterior de Estados Unidos
China ascendió en la consideración de la política exterior de los Estados Unidos y es un nuevo contrapeso; y Rusia, de la mano de la invasión a Ucrania, se ha envalentonado.
El plan de seguridad nacional del ex presidente estadounidense había reorientado de ese modo oficial la política exterior con la idea de llevarla a que sea una competencia de liderazgo con Rusia y China.
Buscó sacar de escena a los grupos terroristas y demás actores no gubernamentales. El actual presidente Biden, por su parte, no ha cambiado esa postura y está continuando el “impulso Trump”. La propia guerra ruso-ucraniana lo demuestra.
La Casa Blanca retrasó la publicación de su propio plan de seguridad nacional, algo que se esperaba fuera presentado a comienzos de este 2022.
Los que tienen la responsabilidad de esta estrategia, evidentemente, entienden los analistas, la están reescribiendo a partir del comienzo del conflicto bélico en Europa.
Con la misma lógica de Trump, se cree que el documento final continuará teniendo como punto clave a la competencia entre los tres estados poderosos.
El actual mandatario estadounidense indicó ya varias veces que China es su mayor competidor, algo que Antony Blinken, el secretario de Estado de Biden, también ha reiterado recientemente.
Y Rusia, por su parte, es considerada como la amenaza más grande para la seguridad de EE.UU y sus aliados.
The Blob: el gran problema para cambiar la política exterior
Algunos investigadores señalan que la habitual similitud entre presidencias sobre este tema es resultado de ideologías convencionales y del “pensamiento de rebaño” que viene de décadas de que el país tenga en Washington un grupo dominante bipartidista en política exterior.
Ben Rhodes, el asesor de seguridad nacional del ex presidente Barack Obama, denominaba a este grupo con tono burlesco como “The Blob” (la mancha).
Pero no todos coinciden. Otros señalan que las coyunturas externas, entre las que se incluyen el comportamiento de gobiernos de otros países, las ideas de los electores en Estados Unidos y la influencia de las corporaciones, dejan a los mandatarios estadounidenses con muy pocas alternativas.
Hacen eso, o no hacen nada.
Stephen Biegun, ex subsecretario de Estado de los Estados Unidos entre 2019 y 2021, dijo que hay una “fuerza de gravedad que conduce a que las medidas lleguen al mismo lugar”. Y agregó que continúan siendo “los mismos conflictos, el mismo planeta”. Para el ex funcionario de Trump, los gobiernos siguen teniendo las mismas herramientas de influencia en la población con el objetivo de alcanzar los mismos resultados.
Afganistán
Con el compromiso de retirar su ejército de Afganistán, ambos mandatarios garantizaban los deseos de la mayoría de la población, que estaba cansada de veinte años de conflictos bélicos.
Para Biden, la decisión además significó una oportunidad para enfrentar cuentas pendientes.
En el cargo de vicepresidente, defendió la idea de repatriar las tropas, algo que estaba de acuerdo con el pensamiento de Obama de terminar con las guerras eternas, aunque los generales del Ejército no estaban a favor.
Pese a la retirada problemática a mitad del 2021, momento en que los talibanes se hicieron con el control del Estado, las encuestas mostraron que casi toda la población de EE.UU había apoyado terminar con su presencia militar en ese lugar.
Tanto Trump como Biden abogaron por una participación militar menor en las zonas en las que hay conflictos. Pero los dos llegaron al límite de esa idea.
El actual presidente estadounidense envió más tropas a Europa desde que Rusia invadió Ucrania y Somalia, deshaciendo la retirada que había comenzado Trump.
Y los militares estadounidenses en Irak y Siria todavía siguen allí.
Brian Finucane, asesor de la ONG International Crisis Group y que, además, ha trabajado en asuntos militares como abogado en el Departamento de Estado, indicó a comienzos de junio en una entrevista que hay un enorme escepticismo acerca de la guerra contra el terrorismo desde los altos funcionarios del gobierno estadounidense actual.
Cree que no están pensando en emprender reformas estructurales para ponerle un fin a ese conflicto.
Finucane señaló en ese momento que una reforma podría ser una gran oportunidad para revocar la autorización de guerra sin límites que en 2001 el Poder Legislativo le concedió al Ejecutivo luego de los ataques a las Torres Gemelas y que sigue vigente.
Con referencia a esta autorización, agregó que si la gestión de Biden no toma cartas en el asunto, mientras la norma siga estando, será usada por futuros gobiernos.
Y el problema es que otros mandatarios pueden bucar expandir más la guerra contra el terrorismo y aprovecharse de ella.
Irán y el uranio
Acerca de Irán y su proyecto nuclear, el asunto más urgente de Medio Oriente, Joe Biden tomó un camino diferente al del ex presidente estadounidense.
El gobierno negoció con Teherán un retorno a un contrato nuclear acordado en la gestión de Obama, que luego Trump desarticuló, lo que llevó al país asiático a continuar con su proceso de enriquecimiento de uranio.
Pero los diálogos se estancaron. Y el presidente de los Estados Unidos dijo que va a mantener una de los principales movimientos de Trump contra el ejército de Irán, el rótulo de la Guardia Revolucionaria Islámica como una organización terrorista, lo que hoy es una traba para el nuevo acuerdo.
China sigue siendo el mayor problema comercial
Las medidas relacionadas con China son el ejemplo más visible de la continuidad entre las dos gestiones.
El Departamento de Estado mantuvo el encasillamiento de “genocidio” que la administración republicana había hecho acerca de China por la represión a musulmanes uigures.
Los burócratas de Biden continúan mandando barcos navales estadounidenses por medio del estrecho de Taiwán y respaldan a la isla vendiendo armas con el objetivo de disuadir una invasión desde China.
Lo más controversial es el tema de las tarifas: Biden mantuvo los impuestos con que se gravaron a los productos de China en la época de Trump, pese a que algunos economistas y muchos funcionarios de alta jerarquía, como Janet Yellen, desde la secretaría del Tesoro, han cuestionado su fin y su impacto.
El actual gobierno y sus asesores políticos están al tanto de las cada vez más frecuentes ideas que se oponen al libre comercio en EE.UU que Trump utilizó para ganar votos.
Eso hizo que Biden no quiera volver a ingresar al Tratado de Asociación Transpacífico, un acuerdo de comercio entre 12 países de la costa del Océano Pacífico que Obama ha ayudado a organizar para un fortalecimiento de la competencia económica contra China.
Pero tanto Trump como muchos demócratas progresistas, la han rechazado.
Descifrando la guerra
Los expertos indican que la Casa Blanca tiene que ofrecerles a los países asiáticos mejores acuerdos comerciales y un acceso al mercado estadounidense si desea hacerle frente a la influencia económica de su rival.
Kori Schake, miembro del grupo de expertos de centro-derecha American Enterprise Institute, señaló en una videoconferencia hace unas semanas que las administraciones de Trump y Biden no adoptaron las medidas comerciales y económicas que los socios asiáticos de Estados Unidos están pidiendo desde hace años para poder disminuir su dependencia de China.
Ambas gestiones “se encuentran sobre militarizando la cuestión de China debido a que no están pudiendo descifrar la parte económica”, dijo.
Europa, un punto equidistante
En el continente europeo es donde el actual presidente se diferenció del anterior.
Por momentos, la gestión de Trump fue contradictoria sobre Europa y Rusia: mientras el ex mandatario estadounidense elogió al presidente ruso, Vladimir Putin, criticó a la Otan y conservó respaldo militar para Ucrania con el objetivo de ganar beneficios políticos internos, algunos funcionarios estaban trabajando en el camino opuesto.
Siguiendo otro camino, Biden y su gobierno reafirmaron de modo uniforme lo importante que significan las alianzas transatlánticas, algo que los ayudó a enviar sanciones y armas a Ucrania para su enfrentamiento con Rusia.
Alina Polyakova indicó hace unos días que no tiene dudas de que las palabras y las medidas tienen importancia. “Si los aliados no tienen confianza en que EE.UU va a defender el artículo 5 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y defenderá a un aliado, no importa lo que se invierta”, dijo la presidenta del Center for European Policy Analysis (Cepa).
Por último, la mayor distinción entre los dos presidentes, y el aspecto que más analizan los aliados y los adversarios de EE.UU, está en su postura ideológica sobre la democracia.
Trump ha elogiado a los autócratas y ha roto con las tradiciones democráticas anteriores a la insurrección que sucedió en la Casa Blanca en enero del año pasado, algo que los investigadores del Congreso piensan que él mismo ha organizado.
Biden, por su parte, colocó el fomento de la democracia en el centro de sus ideas sobre la política exterior, y a finales del 2021 le dio la bienvenida a políticos de más de cien naciones en una “Cumbre por la Democracia”.